lunes, 9 de mayo de 2016

CAMBIA LA ROPA DE RUNNING.
     
      Ayer no me quise poner la ropa de RUNNING de siempre, probé a quitarme la que llevo a todas horas cosida a mi piel.

      Me senté en el borde de la cama, alcé los brazos y empecé primero con la capa más externa la que ronda los cincuenta, dejando con ella el reloj-gps y el pulsómetro; seguí con la de los cuarenta y eliminé la planificación, los proyectos y la presión; sentí que todavía me quedaba la camiseta interior de los treinta, dibujada con grandes y absurdas metas; y llegué a los restos de la última, la de los veinte, apenas visible, pero que aun así me apretaba, aparqué la incertidumbre y el despiste.

      Y de repente noté que apenas estaba vestida, me sentí ligera, llena de ENERGÍA y vida. Observé mi imagen de diez años en el espejo, sonriendo, alegre, con la mirada llena de sorpresa.

      Me puse las zapatillas y salí a correr sin rumbo, ahora trotando ahora acelerando, ahora saltando, dejando que la niña que había dentro de mi simplemente DISFRUTARA DEL CAMINO.
     
      Y me gustó tanto y fui tan feliz que he decidido repetir y probarlo, no sólo en el RUNNING, sino también en mi día a día.

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