¿Y Si me Ahogo?
Oímos
hablar continuamente de técnicas de respiración para relajarnos, para reducir
el estrés o para dormir mejor, pero yo muchas veces necesito aire. Aire para
avanzar, aire para subir, aire para cargarme de energía. Yo, muchas veces me
ahogo.
Siento que
tengo la cabeza debajo del agua más tiempo del que puedo resistir, noto una
presión en el pecho y ansío desesperadamente algo, no sé exactamente el qué,
que pudiera derramarse dentro de mi cuerpo e inyectarme fuerza.
En este
momento de bajón no tengo ánimo ni paciencia para empezar a respirar por la
nariz, llevar el aire al abdomen contando y exhalar suavemente.
Solo quiero
magia, una respiración de primeros auxilios o una pastilla como la cafinitrina.
Esa magia
existe, lo he aprendido en mi Walden Running. Porque en las cuestas me ahogo, a
los cinco minutos quiero parar, a los 45 tropiezo con un mini muro y las
tentaciones me acosan con mensajes tipo
“déjalo ya, hoy no es el día, estás sin reservas”.
Sin embargo
he descubierto, que esas tentaciones son trampas y mentiras enviadas por mis
saboteadores mentales de proyectos, esos trabajadores perezosos de mi cerebro
que no quieren producir energía ni construir nuevas conexiones entre mis
neuronas.
Les voy a
lanzar un cubo de agua fría y se van a quedar tiritando.
¿Cuál es el truco?
Hay dos
canales en la boca por los que puede entrar el oxígeno al respirar.
Si estamos
con un trote suave y ligero o en un día tranquilo sin altibajos ni SOSs podemos
permitirnos el lujo de respirar por la nariz, controlar el oxígeno en el
abdomen y expulsarlo ligeramente o incluso de respirar de modo inconsciente
como hacemos habitualmente.
No
obstante, nuestra carrera, como nuestra vida, nos exige muchas veces un
esfuerzo extra, ya sea por las dificultades del terreno o por las exigencias de
nuestro día a día. En estos dos casos, la respiración anterior no llena, por
ello como la naturaleza es sabia, nos aporta una solución extrema. Son las
espinacas que tomaba Popeye, que sólo
los de mi generación conocen.
En el
Walden Running dividimos la respiración en cinco segmentos:
Técnica-Armonía-Zona-Mindfulness y Visualizaciones.
Esta semana
estamos centrados en la técnica. Nosotros preferimos optar, como orificio de
entrada del aire, por la boca. Este permite un mayor volumen al ser más grande
que los pequeños orificios de la nariz.
Dentro de
la boca, existen dos canales:
1º.- En el
más común el recorrido es el proceso es el siguiente:
El aire
entra, acaricia el paladar, se entretiene por la cavidad bucal, se pasea, toca
la campanilla, para acabar descendiendo perezoso hasta el pecho o, como mucho,
el esternón. Ahí llegan los restos que no se han distraído durante el
recorrido.
2º.- El de
primeros auxilios:
El aire
entra directamente por la tráquea, como si nos hubieran practicado una
traqueotomía y de ahí cae como una bomba a presión sobre nuestra zona
infraumbilical. Explotamos de energía.
Volvamos a
nuestra imagen de diez años en la playa apostando con nuestros amigos quién
aguanta más tiempo sin respirar debajo del agua. En el momento en que ya no
podemos más, sacamos desesperados la cabeza fuera del agua, abrimos la boca y
tomamos una bocanada de aire desencajando casi la mandíbula. El aire aterriza
en la tráquea y pasa al abdomen poniendo a funcionar al instante todas las
mitocondrias u hornos de nuestro cuerpo.
Nuestro
instinto y la naturaleza cogidos de la mano diseñaron este atajo para aspirar
el oxígeno de la forma más rápida posible. Ni toca el paladar, ni se entretiene
de conversación con la campanilla, ni acaricia nuestros mofletes.
Un bostezo
tiene el mismo efecto.
Nos estamos durmiendo o aburriendo y
el instinto reclama una bofetada que despierte la mente.
Os invito a
descubrir la magia que aporta esta herramienta que nos ofrece la naturaleza
para respirar.
En Walden
nuestros chicos ya están disfrutando sorprendidos de ella.
Más info en
www.metodowalden.com
pamian@metodowalden.com
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