Todos los errores de un principiante del running, se resumen en dos:
hacer demasiado y demasiado pronto.
La ilusión y “firme decisión” que ponemos cuando iniciamos cualquier actividad nos puede llevar en el running a cometer dos de grandes errores. Comenzar haciendo “demasiado” y “demasiado pronto”.
Corremos a la tienda de moda de deporte, nos compramos unas zapatillas, una camiseta técnica, unas mallas, unos calcetines, incluso algún@s ya echan en la cesta de la compra un reloj con GPS, y al día siguiente muy pronto en la mañana nos lanzamos a la calle a correr. Es un día grande, sentimos. Nuestro primer día de cambio hacia nuestra nueva vida, pensamos.
Sin ninguna planificación, y sin ningún objetivo, corremos hasta que, simplemente, nos sentimos agotados (diez minutos, quince, media hora,…). Al terminar, nos doblamos sobre nosotros mismos, posamos nuestras palmas sobre los muslos, y mientras intentamos recuperar el aliento se nos escapa el pensamiento de: “qué necesidad tengo de sufrir de esta manera” o “quién me mandará a mi meterme en estos líos!”
Pero, por la tarde nos reponemos de nuestro primer running decepcionante y nos juramos mantener el compromiso de correr todos los días!
El segundo día, el cuerpo ya se pone en guardia, y las sensaciones que tenemos, sorprendentemente, son mucho peores. Ni siquiera podemos correr los 20 minutos de ayer, o si lo conseguimos, terminamos mucho más cansados.
De nuevo juramos en arameo.
Llegamos a casa y nos permitimos el lujo de desayunar fuerte, muy fuerte (al fin y al cabo, hemos quemado muchas calorías).
Por la tarde, si no ocurrió ya ayer, las agujetas aparecen en todo su esplendor. Nos duelen partes del cuerpo que ni siquiera sabíamos que existían. Nos cuesta subir una simple acera, y nos sentimos agotados todo el día.
No obstante, puede que incluso seamos capaces de sobreponernos al tremendo sufrimiento que nos estamos infringiendo y salgamos a correr al día siguiente.
La realidad más dolorosa nos golpea de frente el tercer día seguido de running. Llegamos a casa absolutamente cansados, enfadados,… tiramos las zapatillas a un lado, la camiseta técnica, la muñequera, la gorra, el reloj con gps y premiamos nuestra frustración con un gran desayuno.
Firmamos nuestro adios “running”, de nuevo un adiós, y tal vez un hasta nunca esta vez.
En el Método Walden los inicios son totalmente distintos: el “waldenrun” fluye poco a poco, permitiendo que el cuerpo se vaya acostumbrando a las nuevas sensaciones: respiración, concentración, técnica, equilibrio, visualizaciones… paciencia, sinceridad, autoestima,…
Correr, para los principiantes, es mucho más que ponerse unas zapatillas. Correr, para los ya iniciados, es mucho más que hacer series y superar tiempos de km/min. El Metodo Walden te enseña a correr, independientemente del nivel que tengas, y entiende que correr es como vivir, y la vida se vive sin prisas, sorbo a sorbo, disfrutando el ahora, el yo, el momento. En el Método Walden no hay sitio para los “demasiados”. No tenemos prisa por llegar porque sabemos disfrutar del camino.
La ilusión y “firme decisión” que ponemos cuando iniciamos cualquier actividad nos puede llevar en el running a cometer dos de grandes errores. Comenzar haciendo “demasiado” y “demasiado pronto”.
Corremos a la tienda de moda de deporte, nos compramos unas zapatillas, una camiseta técnica, unas mallas, unos calcetines, incluso algún@s ya echan en la cesta de la compra un reloj con GPS, y al día siguiente muy pronto en la mañana nos lanzamos a la calle a correr. Es un día grande, sentimos. Nuestro primer día de cambio hacia nuestra nueva vida, pensamos.
Sin ninguna planificación, y sin ningún objetivo, corremos hasta que, simplemente, nos sentimos agotados (diez minutos, quince, media hora,…). Al terminar, nos doblamos sobre nosotros mismos, posamos nuestras palmas sobre los muslos, y mientras intentamos recuperar el aliento se nos escapa el pensamiento de: “qué necesidad tengo de sufrir de esta manera” o “quién me mandará a mi meterme en estos líos!”
Pero, por la tarde nos reponemos de nuestro primer running decepcionante y nos juramos mantener el compromiso de correr todos los días!
El segundo día, el cuerpo ya se pone en guardia, y las sensaciones que tenemos, sorprendentemente, son mucho peores. Ni siquiera podemos correr los 20 minutos de ayer, o si lo conseguimos, terminamos mucho más cansados.
De nuevo juramos en arameo.
Llegamos a casa y nos permitimos el lujo de desayunar fuerte, muy fuerte (al fin y al cabo, hemos quemado muchas calorías).
Por la tarde, si no ocurrió ya ayer, las agujetas aparecen en todo su esplendor. Nos duelen partes del cuerpo que ni siquiera sabíamos que existían. Nos cuesta subir una simple acera, y nos sentimos agotados todo el día.
No obstante, puede que incluso seamos capaces de sobreponernos al tremendo sufrimiento que nos estamos infringiendo y salgamos a correr al día siguiente.
La realidad más dolorosa nos golpea de frente el tercer día seguido de running. Llegamos a casa absolutamente cansados, enfadados,… tiramos las zapatillas a un lado, la camiseta técnica, la muñequera, la gorra, el reloj con gps y premiamos nuestra frustración con un gran desayuno.
Firmamos nuestro adios “running”, de nuevo un adiós, y tal vez un hasta nunca esta vez.
En el Método Walden los inicios son totalmente distintos: el “waldenrun” fluye poco a poco, permitiendo que el cuerpo se vaya acostumbrando a las nuevas sensaciones: respiración, concentración, técnica, equilibrio, visualizaciones… paciencia, sinceridad, autoestima,…
Correr, para los principiantes, es mucho más que ponerse unas zapatillas. Correr, para los ya iniciados, es mucho más que hacer series y superar tiempos de km/min. El Metodo Walden te enseña a correr, independientemente del nivel que tengas, y entiende que correr es como vivir, y la vida se vive sin prisas, sorbo a sorbo, disfrutando el ahora, el yo, el momento. En el Método Walden no hay sitio para los “demasiados”. No tenemos prisa por llegar porque sabemos disfrutar del camino.
Raul de la Cruz
Lead Trainer del Método Walden
pamian@metodowalden.com