jueves, 16 de febrero de 2017


EL SONIDO DEL RUNNING.

 

            El sonido de la armonía entre el pensamiento, el sentimiento y la acción es el silencio.

            El cuerpo nos avisa de la proximidad de la enfermedad (física, mental o espiritual)  con el mensaje taimado de  “tengo rodilla, tengo cerebro o tengo corazón y alma” . Es el pájaro espino que empieza a desperezarse, agitando sus plumas, antes de emitir su dulce canto.

            El dolor viene después cuando se ignora este ligero aleteo y entonces comienza la triste música y la enfermedad.

            Hemos perdido la capacidad de escuchar a nuestro cuerpo y a nuestra alma. Vamos corriendo de un sitio a otro, con los sentidos embotados por el ruido exterior (de la gente, de los coches, de la radio, de nuestro pensamiento, de la música, del móvil..) y cuando nos llega el S.O.S. interior ni siquiera lo oímos.

            El lado espiritual del RUNNING es tan importante o más que el lado físico e incluso mental. Sin trabajar este lado dejamos pasar la maravillosa oportunidad de devolver el equilibrio y la armonía a nuestra vida .

            Podemos usar el running para quemar calorías, para estilizar la figura o para estar en forma, pero si no aprovechamos la opción anterior perdemos la mayor ventaja que éste nos ofrece. El running será nuestro estetoscopio.

            Se dice que el estrés aparece cuando la mente pide una cosa y el cuerpo hace otra, es el no quiero pero no me atrevo o no sé decir que no.

 

 

 

            ¿Cómo  y porqué? El Chikung

                        Elegimos entre correr como RoboCop o hacerlo como si de una danza se tratara, sintiendo que trabajan al unísono, (en total coordinación) el cuerpo, la mente y el espíritu. En este caso no sólo deja de ser un esfuerzo sino que además se irá modificando poco a poco nuestra actitud ante la vida.              Aprendemos a priorizar, a traducir los mensajes internos, a descubrir nuestra función en esta vida y a extraer la energía necesaria para llevarla a cabo.

            Con artes como el Chi Kung o el Taichi a través de pasos sencillos (que a primera vista parecen absurdos) empezamos a trabajar la coordinación de nuestro cuerpo.  Al principio nos sorprenderá la incapacidad que tenemos para girar o deslizarnos suavemente, nuestros pasos y brazos discurren por un camino diferente a nuestra mente (los pensamientos van y vienen) y a nuestro espíritu (chi).

            Somos incapaces de aunar siquiera en unos breves minutos estos tres planos de nuestra existencia.  

            Pero poco a poco vamos consiguiendo abstraernos de la realidad que nos rodea, cerrando los ojos al exterior, anclando la mente en la respiración y moviendo el chi o energía que nos anima con las palmas de las manos.

            Estos breves momentos de claridad nos van devolviendo la capacidad de escuchar la música o el silencio de nuestro cuerpo.          

            Lo trasladamos al running

            El running es el chikung en movimiento. La postura y la pericia necesaria son las mismas. Las piernas flexionadas, las plantas de los pies acariciando el suelo, la pelvis adelantada, los brazos doblados en ángulo de 90 grados, los hombros echados hacia atrás y el pecho mirando al cielo.

            Una vez debidamente posicionados despegamos los pies del suelo y avanzamos.

            Empieza el baile. Balanceamos los brazos hacia delante y hacia atrás sosteniendo entre las palmas de las manos el chi, (el espíritu que nos anima) ofreciendo al mundo la función que hemos venido a desarrollar. 

            Dirigimos nuestros pensamientos a la respiración, sintiendo como el aire llega a nuestro abdomen, recoge nuestro potencial y lo expande por nuestro cuerpo. Meditamos sobre nuestro lugar en este mundo.           

            Y lo coordinamos todo con nuestros pasos. Todos a una.

           

                        Se retira el pájaro espino y comienza el sonido del silencio.

           

No hay comentarios:

Publicar un comentario